Evangelio 05 de Enero / 2do Domingo de Navidad
Cita bíblica
San Juan 1,1-18.
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: «Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo».
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.
Reflexión
La plenitud en nosotros es el amor
El amor de Dios no se enseña. Nadie nos ha enseñado a gozar de la luz ni a tener sobre todo el instinto de la vida. Nadie nos ha enseñado a amar a los que nos han traído al mundo o nos han criado. De igual forma, a más fuerte razón, no es una enseñanza exterior que nos enseña a amar a Dios. En la naturaleza misma del ser vivo -del hombre- se encuentra inserta una fuerza que contiene el principio de esta aptitud para amar. A la escuela de los mandamientos de Dios, nos pertenece recoger ese germen, cultivarlo diligentemente, nutrirlo, llevarlo a su desarrollo por medio de la gracia divina. Tanto como el Espíritu Santo nos dé la fuerza, con la gracia de Dios y sus oraciones, nos esforzaremos para avivar el destello del amor divino escondido en ustedes. (…) Usando leal y convenientemente de esas fuerzas, experimentamos vivir santamente en la virtud. En cambio, desviándolas de su fin, somos llevados hacia el mal. Tal es la definición del vicio: el uso abusivo y contrario a los mandamientos del Señor, de las facultades que Dios nos ha dado para el bien. En consecuencia, la definición de la virtud que Dios nos pide será el uso cuidadoso de esas facultades, según el orden divino. Decimos lo mismo sobre la caridad. Al recibir de Dios el mandamiento del amor, el alma lleva inserta desde su creación la fuerza del amor.